26 de junio de 2012

El sueño de Kaká

Dijo el representante de Kaká el otro día en la prensa que el sueño del brasileño era poder jugar en la MLS, esto es, la Major League Soccer, la liga de fútbol de Estados Unidos. Y digo yo que algunos sueños son más disparatados y caprichosos que otros.


Hagamos un poco de memoria. Vayamos diez años atrás, cuando nuestro protagonista tenía apenas 20 años. Un chaval recién salido de la cantera del Sao Paulo brasileño acababa de completar su primera temporada como futbolista profesional en el club de su vida, en el que se formó como futbolista, quizá no tanto como persona. El sueño de aquel jovencísimo Ricardo era el de dedicarse a jugar al fútbol, como el de todos los jóvenes veinteañeros de su país.

Ricardo no tuvo una infancia dura como la de otras grandes estrellas, y no podrá escribir una autobiografía en la que cuente cómo forjó su estilo de juego en la calle, entre la pobreza de un barrio cuyas casas se venían abajo. Es la historia que cualquier locutor de radio inspirado relata cada vez que un joven sudamericano llega a la Liga española con ganas de triunfar, con el ánimo de convertirse en millonario gracias a la práctica de lo que en su país es prácticamente una religión, un estilo de vida.

Los valores del fútbol son los que inspiran la vida de los jóvenes brasileños. La alegría de la posesión del balón, la libertad dentro del terreno de juego, como una representación del libre albedrío del que gozan los humanos. La despreocupación cuando el preciado tesoro del balón cae en manos del contrario, ante la esperanza de que la suerte te sonría en la siguiente jugada. Esa filosofía que choca de lleno con la de otras culturas, incluso con otras culturas futbolísticas, mucho más egoístas, con menos libertad de actuación y movimientos. Los brasileños están hechos de otra pasta porque así son educados, y el sueño de todos es poder representar a la Canarinha.

El bueno de Ricardo no era así. Hace diez años, un prometedor Kaká, apodado O Príncipe por los aficionados del Sao Paulo y la prensa brasileña, se encontraba en el banquillo de la selección nacional de su país contemplando cómo Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho o Roberto Carlos, capitaneados desde la banda derecha por Cafú, alzaban por quinta vez la Copa del Mundo. Kaká cumplía el sueño casi antes de planteárselo.


Kaká compartió vestuario con los jugadores que seguían al pie de la letra esa filosofía de libertad y diversión brasileña que se traduce en el fútbol. Aún era otra de las eternas promesas que cada verano saltan a las primeras planas de los periódicos. Pero Kaká no se jugó la vida en las calles de ningún barrio pobre, sino que se cuidó y vivió apaciblemente en la casa de sus padres, gente con mucho dinero, que le educó de forma distinta. Frente a la diversión del fútbol, la locura de la filigrana artística, Kaká vio cómo otra de las vigas de la sociedad brasileña era la que sostenía su temperamento templado: la religión. Visto lo visto, podría haber sido el Carnaval, como ocurrió con O Fenómeno, pero ya es muy tarde para rectificar, amigo Ricardo.

Cuentan que Florentino Pérez tuvo a Kaká en su mano el verano de 2003 por una cantidad irrisoria (sobre todo si la comparamos con los 65 millones de euros que pagó por él en 2009). El joven brasileño, prometedor goleador y líder de su equipo con tan solo 21 años, no fue del agrado del máximo mandatario merengue, quien ese año andaba pendiente del fichaje de relumbrón de David Beckham y la jugada bajo mesa del fallido intento de atar a Ronaldinho para la siguiente temporada. Ronaldinho acabó en el Barcelona. Beckham nunca triunfó en el Real Madrid. La temporada 2003/04 será recordada como la gran debacle de "los Galácticos", y la crisis institucional del club con la marcha de su presidente. ¿Kaká? En Milán no dudaron de su fichaje.


Habíamos dejado los sueños de Kaká aparcados, y es menester que los retomemos. Kaká casi no había tenido tiempo de llegar a sumirse en los brazos de Morfeo, y ya era campeón del mundo con su país, pero sí que tenía el sueño de los títulos con su club, los cuales no llegaron nunca. Su representante, un experto en la caza de contratos, logró llevar al media punta a Italia, donde se confirmaría su salto definitivo a Europa. Sueño cumplido: jugar en un importante club europeo. Otro sueño que todo brasileño desea cumplir, y el más sencillo si sabes dejar operar al agente adecuado, y tampoco te excedes en tus pretensiones de destino, ni eres tacaño a la hora de darle sus honorarios al hombre que te ha conseguido el pasaporte para "el viejo continente".

En Milán, Kaká se hizo un ídolo mundial. Los supuestos entendidos de fútbol internacional alzaron su voz para afirmar que él era "el menos brasileño de todos los brasileños", apelando a la disciplina, a la imagen de buen chico que esgrimía, al buen cartel que tiene en Italia la fidelidad a la religión y, sobre todo, a que en el campo se convirtió rápidamente en la estrella de todos los aficionados rossoneri.

Kaká soñaba cada noche, y a la mañana siguiente se levantaba con su sueño cumplido. Llegaron los títulos para el Milan, el reconocimiento mundial, la vida glamurosa (un peldaño, o varios, más alta que la que conoció en su tierna juventud en Brasil), más dinero... ¿Qué puede soñar un jugador que lo tiene todo? En 2007, Kaká lograba añadir a su palmarés el máximo título europeo de clubes, la Champions League, y esa maravillosa temporada le sirvió para lograr los dos galardones que le distinguían como el mejor jugador de fútbol del mundo: Mejor Jugador del Año de la FIFA y el Balón de Oro. 25 años, y estaba en la cumbre.


Il Bambino d'Oro, como se le conocería desde que la vitrina de su casa luciera el Balón de Oro, "el menos brasileño de los brasileños", lo tenía todo. Nadie podía afirmar dónde estaría el techo de un jugador que había conseguido adaptar su elegancia en la zancada, su magnífico disparo, la técnica depurada de alta escuela y la capacidad de liderazgo a una competición como es el Calcio. Kaká era el ojito derecho de Berlusconi, propietario del club. Pero el Balón de Oro brilla mucho, más que el propio jugador, y Kaká dejó de ser Kaká para ser "el Balón de Oro de 2007".

Media Europa empezó a suspirar por tener un Kaká en su equipo, y muchos clubes intentaron inventarse un "segundo delantero", un "falso extremo", un "interior con gol" que se asemejara a la fórmula campeona del Milan de 2007. En medio de todo esto, apareció la figura de Ramón Calerón, candidato a la presidencia del Real Madrid que aseguraba que Kaká jugaría en el club blanco junto a Cesc y Robben. Todos sabemos cómo acabó aquel despropósito de presidente trasnochado, y no hace falta que nos detengamos en ello.


Pero la caída de Calderón trajo consigo el regreso del otrora llamado Ser Superior, por una de sus manos derechas. Florentino llegó a la presidencia, y en un ardid de números, cuentas, bancos, préstamos y negociaciones, Kaká acabó abandonando su vida como gran ídolo en Italia para probar suerte en España. Aún recuerdo cómo meses antes del fichaje de Kaká por el Madrid, el astro brasileño tuvo que salir a la ventana de su casa a tranquilizar a los aficionados milanistas sobre su marcha al Manchester City, pero sospechosamente, nadie lloró su fichaje por uno de los grandes rivales europeos como.

El rosario de lesiones de 2008 se repitió en 2009, y en 2010, y en 2011, y también en 2012. Si hace tres o cuatro años el aficionado merengue se preguntaba una y mil veces "¿Cuándo viene Kaká?", esa cuestión pasó a convertirse en "¿Cómo está Kaká?" o "¿Cuándo juega Kaká?". El brasileño ha conocido a la perfección la enfermería del club, y el gimnasio. Otro que se conoció el gimnasio de su equipo como la palma de su mano fue Ronaldinho, quien yo diría que ha sido "el más brasileño de los brasileños".

Ronaldinho y Kaká dieron muestras evidentes de dejadez en su físico, decepcionaron al aficionado que no mucho tiempo antes cantaba y jaleaba cada gol y jugada que protagonizaba su ídolo. En mayor o menor grado, los dos han protagonizado el enésimo batacazo de la filosofía brasileña en el fútbol europeo. El joven talentoso, prometedor y capaz de marcar las diferencias que se deja llevar cuando ha tocado el cielo. A lo mejor entre "el más brasileño" y "el menos brasileño" no hay tanta diferencia, a lo mejor solo el camino, pero no el destino. Eso sí, los sueños cumplidos ahí quedan.

Dicen que Kaká sueña con jugar en Estados Unidos, aunque podría hacerlo en Francia, o incluso regresar a Brasil. Mientras espera a que se cumplan sus sueños, sigue grabando anuncios recordando viejas proezas de veinteañero. No es que Kaká esté mayor, es que si aún le queda algún sueño por cumplir, este tiene más que ver con alargar su carrera en declive que con objetivos meramente futbolísticos.

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